¿Qué culpa tengo yo de todo esto?
No lo sé
Pero la escritora de este blog no quiso ni justificar el resbalón, ni orientar a sus lectores al entendimiento de sus propias divagancias, optando por la salida fácil de responsabilizarme a MI del asunto y manipulando mi exacerbada bondad decembrina para que hiciera un prólogo. Como si yo supiera de qué va esta cosa y como si alguna vez la hubiese entendido.
¿Cómo la voy a entender, ah?
Para entender hay que PENSAR
y pensar requiere t..i..e..m..p..o
p a c i e n c i a
y yo no tengo mucho de eso.
El entendimiento es un proceso abstracto que debe pasar por el reconocimiento, el razonamiento, la intuición. Una cosa lentísima. ¿O es que ustedes creen que Aristóteles, Descartes, Foucault, Kant, Platón, Sócrates, Marx... decían lo primero que se les venía a la mente? ¡Pues, no! (... bueno, Marx un poquito).
¿Qué les digo?
¿Cómo los oriento? ¿Cómo justifico?
No se pudo esperar, es todo.
Este blog no va de nada.
Ella va a decir lo que quiera porque NUNCA se puede esperar.
Yo detesto esa palabra. "Esperar" siempre me ha sonado a postergar, a freno quemado, a resistencia, a empujones, a archivo, a caja, a piquiña en la nariz. Yo me he odiado a mi misma mil veces por "esperar". Por no haber dicho algo, cualquier cosa, que detuviera una partida, un portazo. Por no haber dicho que sí, por temor a equivocarme. Por no haber dicho que no, por no lastimar. A veces me gustaría no poder esperar, no saber decir "¡Ya va! déjame pensar". Eso requiere, quizás, una valentía de la que carezco. Si no me detuviese a pensar habrían más "te amo" dichos, más espaldas dadas, más caminos recoridos, más rodillas rotas, un par de besos más, otro par de noches fuera, el cabello corto, el permiso... si yo no pensara tanto me hubiese dado permiso.
Diseñemos entonces la primera página de este blog: